La Estela de Luz Brilla con el Festival Sol Quieto y el Centro de Cultura Digital

El Monumento al Bicentenario de la Independencia Nacional en México es más conocido como “Estela de Luz”, ya que por las noches se ilumina y se vuelve parte del paisaje lumínico de la ciudad gracias a su altura de 104 metros y 6 metros de ancho. Ubicada sobre el Paseo de la Reforma y más coloquialmente conocida como la “suavicrema” –debido a su característico color amarillo pálido y su forma, la cual hace alusión a las galletas Suavicrema–, tiene en su base ubicado el Centro de Cultura Digital (CCD). Desde hace más de trece años, el CCD ha sido un espacio abierto a la comunidad, siendo un proyecto que busca invitar a la reflexión y darle acogida a proyectos culturales independientes.

Entre la diversa oferta cultural de este espacio han habido conciertos inmersivos, exposiciones plásticas y audiovisuales, talleres –para niños, jóvenes y adultos– orientados hacia diversos resultados –siendo algunos de ellos dedicados a la preservación y exploración de lenguas indígenas–, proyecciones de cine y actividades recreativas como la que se llevó a cabo este sábado 20 de julio. El CCD abrió sus puertas en esta ocasión para ser sede del Festival Sol Quieto, evento cuyo propósito fue el tejer puentes entre la música, la poesía y el video, conjuntando para ello una feria editorial independiente, proyecciones de videopoesía, micrófono abierto para compartir poesía y un concierto presentado por tres bandas y artistas invitados: Hospital de México, Sebastián Rojas y Grito Exclamación.

La cantidad de asistencia fue algo sorprendente, en algún momento pareció que el amplio espacio del CCD no era suficiente para albergar a la cantidad de gente interesada en el evento. A diferencia de otros eventos relacionados con la literatura y los libros, en los cuales las personas van acompañadas con sus parejas y tienden a oscilar entre edades adolescentes hasta las adultas mayores, en este caso la mayoría de los asistentes fueron jóvenes entre sus 20 y 30 años que iban acompañados por grupos de amigos. Este factor fue determinante para el ambiente que se formó, uno en el cual las perspectivas que se compartían en el micrófono abierto eran de denuncia, de crítica social y de autorreflexión, las cuáles partían precisamente de un punto de vista de las generaciones jóvenes. Asimismo, el target del evento eran los jóvenes y no sólo fueron ellos quienes llenaron el lugar, sino quienes le dieron vida al evento.

Entre algunas de las mesas de oferta editorial estaban Elefanta, Miau Ediciones, U-Tópicas, Palíndroma, y Saca La Lengua Fanzine. Dada la naturaleza del evento, la mayor parte de los títulos estaban orientados hacia la poesía, sin embargo también se encontraban temas de literatura general y mucha variedad de fanzines. Entre las mesas se encontraban libros de Eloisa Cartonera, la cual se apega al estilo de la editorial La Cartonera; de la ganadora del Premio Estatal Hugo Gutiérrez Vega, Sayuri Sánchez, estaba su poemario Retrato de un gusano blanco; de Yael Weiss estaban sus historias sobre la fragilidad de la vida incluidas en Las cicadas.

Las lecturas en voz alta y el micrófono abierto fueron la cúspide del evento, al permitir que cualquiera pudiera compartir sus escritos, incluso siendo escritores y escritoras, en su mayoría, no publicadas. Probablemente el hecho de poder mantener el anonimato permitió que se leyeran poemas como “Estas son las historias de amor que contamos los hijos del narcoestado” sin temor a las represalias por exponer y protestar acerca de la violencia de la sociedad. El escuchar a las y los jóvenes poetas invita a la reflexión, nos hace pensar sobre qué es lo que mantenemos en común al vivir en esta ciudad en este momento de la historia, nos hace preguntarnos acerca de sus maestros y sus lecturas, pero sobre todo, convence sobre la importancia de continuar abriendo este tipo de espacios para que más gente se sume a compartir la música y la poesía.

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