“Monstrua” – Brenda Lozano y Gabriela Jauregui (coordinadoras)


Al momento de hablar sobre la literatura a lo largo de la historia, surgen nombres en cualquiera de las corrientes que han habido. Podemos reconocer con facilidad a todos los griegos en la creación de la dramaturgia clásica, a Edgar Allan Poe estableciendo las pautas para la estructura del cuento contemporáneo en el romanticismo, a Oscar Wilde inaugurando su propia corriente de esteticismo… Y los ejemplos pueden continuar. Sería muy fácil decir que la literatura ha sido un terreno exclusivamente de los hombres, no obstante, eso no sería verdad.

Las mujeres han participado activamente en la creación de literatura en todos sus géneros. Sin embargo, debemos remitirnos a los hechos, el camino que siguieron no fue el mismo. Conseguir ser tomadas en serio, ser publicadas y reconocidas como escritoras fue una lucha que tuvieron que hacer las mujeres, al igual que en cualquier otro ámbito de la sociedad ―fuera de los roles de madres y cuidadoras del hogar―. En realidad, fue hasta hace relativamente poco tiempo cuando las mujeres entraron con toda sus fuerzas en el mundo de la literatura. Incluso en este punto, nos encontramos con más trabas, pues como bien lo planteó Virginia Woolf: escriben las mujeres que tienen una habitación propia.


Las mujeres en general viven en sociedades donde el mayor éxito al que pueden aspirar es conseguir un buen marido, dedicarse a sus familias y a sus casas. Quizás, en los últimos tiempos, sea posible también aspirar a un trabajo, siempre y cuando éste no quite demasiado tiempo como para “descuidar” a la familia. Podría parecer que esta forma de vida es un estereotipo, pero no, es una realidad. Cuestiones como decidir dedicarse a sus carreras, buscar su independencia, escribir… se convierten en actos de rebeldía. Se convierten en cosas fuera de la cotidianeidad, en algo extraño e incluso ajeno. Como los monstruos.


El monstruo creado por Mary Shelley en Frankenstein, alcanza una revelación en algún momento y es la de perder el miedo y adquirir poder a través de eso. Y eso es lo que ocurre de alguna forma en este libro. La antología “Monstrua” nos habla de cómo las autoras pierden el miedo de sí mismas y a las represalias sociales, y escriben. El término que las coordinadoras eligen es monstrua y no monstruo porque, retomando a Rosario Castellanos, hasta hacer esa distinción es importante: se trata de algo femenino. Son las mujeres mostrándose, pronunciándose, escribiendo.

Esta antología ofrece textos creados por mujeres jóvenes que vienen de distintas partes de México, de distintos contextos, comunidades y lenguas, trabajando distintos géneros como poesía, cuento, ensayo y hasta guión radiofónico. Además de esto, algunas de las autoras presentan sus textos en sus lenguas originarias, contando también con su traducción al español. Algunos de los textos van acompañados por fotografías que, no sólo acompañan, sino que suman al ambiente que crea el texto, lo enriquecen y lo vuelven más íntimo. Así pues, los lectores nos encontramos con una propuesta llena de diversidad, experimentación y originalidad.


El trabajo que realizan Brenda Lozano y Gabriela Jauregui como coordinadoras, no sólo es dedicado y bello, sino necesario. Es importante que las mujeres jóvenes vean que lo que ellas tienen por decir, importa, y que hay medios y personas que buscarán la manera de ayudarlas a que su voz sea escuchada. Este tipo de publicaciones son las que hacen la diferencia en el mundo literario, pues presentan material significativo, recopilado incluso de los lugares más remotos del país, demostrando que aún hay mucho más que descubrir.

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“Antología” – Lambert Schlechter

“La Cartonera, editorial independiente, artística y artesanal, publica libros con portadas hechas con cartón recolectado en las calles de Cuernavaca, Morelos en México. Cada uno de nuestros ejemplares es una experiencia única pues, además de buena literatura, cada una de las portadas es pintada por un artista en nuestros talleres colectivos”, es el encabezado de la página web de La Cartonera. Esta editorial es todo un concepto en sí misma: es independiente, no recibe apoyo de ninguna institución, trabaja de manera artesanal y sin fines de lucro. Es, en suma, un trabajo artístico que emerge contra corriente en un contexto donde los libros parecen ser piedras preciosas cada vez más escasas, pero no por ello menos valiosas.

Esta editorial tiene además, un profundo interés en llevar títulos poco convencionales, como “Contagio Cartonero: Creación en tiempo de pandemia”. En ese libro se integró un comité organizador de México,  Colombia, Perú y Venezuela, se reunieron fotografías, ilustraciones y textos de más de 40 participantes de edades preescolares hasta adultas. Desde Argentina, Colombia, Bogotá, México y Venezuela se reunieron propuestas artísticas como ilustraciones, dibujos, poemas y cuentos que pretendían responder a la creciente necesidad de unidad y supervivencia de frente a la pandemia y combatir de ese modo a la incertidumbre y miedo del momento.

Entre esos títulos hay uno que me cautivó por sus colores y su formato, pero sobre todo por su contenido, pues al hojearlo encontré que La Cartonera fue la primera editorial en publicar a este autor luxemburgués al español, en México. Además, esta edición es bilingüe español-francés, confrontando los textos de frente, permitiendo encontrar más genuinidad y profundidad al conocer las palabras originales que se traducen. Se trata de un tiraje de únicamente 150 ejemplares, que presenta una antología de poemas y cartas de Lambert Schlechter, quien es un filósofo y escritor de poesía, novela y ensayo, que se ha dedicado desde principios de los años 80 a su labor como escritor, y que, además, fue nombrado Caballero de las Artes y las Letras en 2001.

Aunque estos poemas y cartas son extraídos de otros títulos del autor, la selección realizada por la editorial es tan buena que todos los poemas parecen entretejidos y ofrecen una lectura consistente. No obstante, hay otro detalle que encuentro en estos poemas: el escritor escribe sobre el hecho de ser escritor. No muchos hacen eso, a veces pareciera que los mismos autores tratan de tomar distancia de sus trabajos; como si sólo se estuviesen preocupando por lo que la gente o los críticos van a decir sobre su obra. Aprecio cuando los autores son honestos consigo mismos, con lo que están escribiendo, se siente auténtico. Así que, en pocas palabras, encuentro a Lambert Schlechter, como poeta, tremendamente auténtico y honesto. Las cartas intercaladas con los poemas sólo refuerzan esto, agregando, en todo caso, más complejidad y riqueza a la poesía.

Los temas que Schlechter toca en sus trabajos literarios son diversos, lo cual hace mucho sentido al hacer cuentas y encontrarnos con que han sido más de 35 años de carrera; sin embargo se pueden encontrar tópicos universales como la percepción del paso del tiempo, el deseo, la complejidad de la vida y la muerte, la naturaleza, el erotismo, la cotidianeidad. Personalmente, encuentro fascinante cuando los poetas hablan sobre lo que conocen, lo que les rodea; nos permite no sólo entender más su vida, sino conocer su perspectiva de la misma, distinguir sus opiniones, percepciones, conflictos… Y darnos cuenta, que aunque seamos de distintos entornos, extractos sociales, generaciones y géneros, hay cosas intrínsecas que nos unen como seres humanos.

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