En la azotea del Museo UNAM Hoy se llevó a cabo el sábado 13 de abril la cuarta edición de la kermés “Editando lo cotidiano”, que aunque suene fuera de lo común, es precisamente eso: una kermés. En la entrada del museo colocaron un stand donde la gente podía acercarse a sellarse grabados sobre la piel a manera de tatuaje, funcionando como una invitación para subir a la kermés, que se realizó en la azotea. Entrando a la azotea se ofreció una recepción con agua de jamaica y tacos de canasta, explicaban la dinámica del evento, daban billetes denominados “churru-pesos” que eran canjeables por actividades en los stands o por artículos que tuvieran en venta y, básicamente, daban así la bienvenida. Los realizadores de este evento son 10 colectivos editores autogestivos que buscan dar a conocer su trabajo como creadores de fanzines, pero además, abren un espacio en donde buscan dar la bienvenida a conocedores y no conocedores de su trabajo.
En México hay momentos del año donde, para conmemorar alguna fecha especial como el día de la independencia y el día de las madres, las escuelas organizan eventos llamados “kermés”, los cuales se tratan de convivir con los compañeros de clases mediante juegos, actividades y al momento de compartir alimentos. Tomaba un plus cuando se permitía llevar ropa de diario y no el uniforme, lo cual le daba un toque más atractivo. Así pues, la kermés era el momento más “punk” del año. Para estos realizadores de fanzines, quienes saben que el inicio del fanzine está en lo punk, retoman estos dos conceptos para crear “Editando lo cotidiano”.
El hecho de ser una kermés no es una casualidad, es una idea trabajada por La Zinería y Editorial Mitote, en donde invitan a compañeros del gremio con quienes ellos se han encontrado a lo largo de su recorrido en la edición y publicación. Este camino ha sido principalmente entre bazares y ciertos eventos culturales donde, ya en la convivencia, comentaban que no se abren espacios exclusivamente para ellos, para su trabajo como editores de fanzines y de publicaciones independientes. Así que, al no encontrar un lugar en ferias del libro o recintos que abran sus puertas, los mismos colectivos se organizan y buscan sus propios lugares de encuentro y exposición.
La oferta artística que llevaron fue desde los fanzines a grabados, ilustraciones, pósters, figuras en periódico, pintadas y cubiertas con resina epóxica. Como extensión, también se dieron charlas, talleres y lecturas en voz en una sala inferior de donde se realizaba la kermés. Me encontré con títulos como “Cómo romper el corazón de un elefante”, de Brian O’ Brien, en donde se narra cómo los elefantes son secuestrados y separados de su manada para ser entrenados y vendidos a zoológicos o circos; Larissa Alcántara tenía “¿A qué velocidad viaja el pasado que siempre nos alcanza?” donde habla sobre el consumo de las drogas en la adolescencia, envolviendo el fanzine dentro de una bolsita de plástico junto a stickers coloridos, pequeños dulces y cuentas de pulseras que emulan pastillas, logrando así una analogía de cómo son empaquetadas y presentadas las drogas; Baruck Racine realizó un fanzine fotográfico donde cuenta a través de imágenes su vida en EUA durante su infancia, su vida en México y cómo la frontera que separa a ambos países no es sólo física. Asimismo, la Fanzinoteca de la UNAM prestó material para su exhibición, el cual forma parte de su catálogo que puede ser consultado en cualquier momento en su centro archivístico.
La idea principal de estos colectivos, además de presentar su trabajo, es crear espacios y consolidar comunidades, pues encuentran fundamental romper la estigmatización de cómo debe ser el arte y para quién va el arte. Esta particular visión nace pues los creadores han encontrado en sus comunidades de origen que bien llaman “la periferia” -Xochimilco, Ecatepec, Cuautla, Tláhuac, Morelos, Tlalnepantla-, poca apertura a la expresión gráfica y artística que realizan. Pocos espacios se han arriesgado en las ediciones anteriores de esta kermés a abrir sus puertas y, más aún, a financiarlos. Así que, sumando esfuerzos entre colectivos, prepararon una invitación abierta a todo público, un evento en donde los niños también son bienvenidos, ofreciendo a las infancias la oportunidad de acercarse a este mundo, para mostrarles que hay gente que vive de “hacer dibujitos”.
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