Del silencio al estruendo Sara Sefchovich
En la historia de la humanidad no se habla –o al menos hasta hace muy poco tiempo– de las mujeres y el hecho de ser mujeres. Es importante hacer esta distinción ya que quien no se haya parado a pensar en ello debería: la educación –tanto en casa como en la escuela– está total o casi totalmente concebida desde el punto de vista de los hombres. Las mujeres hemos tenido que entender el mundo a través de la visión de los hombres. Y no es que esa visión esté errada, sino que se trata de una visión sesgada. El mundo, desde la visión de las mujeres, es distinto y no se debería esperar que sea igual porque la experiencia de ser hombre y ser mujer en la vida es distinta.
La forma de entender el mundo, la historia, la cultura ha sido a través de los hombres. No fue hasta finales de 1800 en que se empezó a hacer hincapié en que las mujeres también existían fuera de sus labores en casa, que también pensaban como cualquiera y que tenían derechos, y uno de ellos era el de poder decir lo que pensaban, expresarse. Antes de esto, ya se sabía que las mujeres escribían, pero no era tan sencillo entrar en ese ámbito, ni mucho menos ser tomadas en serio. No son tan inusuales los casos en los que las mujeres tuvieron que firmar sus obras con seudónimos o siglas para poder publicarlas. Virginia Woolf, en Una habitación propia, reconoce el privilegio de clase que tuvo de poder escribir al provenir de una familia adinerada, hace un análisis sobre el camino que tuvieron que pasar Jane Austen y Emily Bröntey, sin embargo, a lo largo del libro, ella experimenta momentos en los cuales es ignorada y menospreciada por ser mujer en un mundo de hombres.
Es precisamente desde ese principio donde Sara Sefchovich se apoya para escribir Del silencio al estruendo. La autora busca con este ensayo descubrir de qué escriben las mujeres, desde dónde escriben, por entender si existe diferencia entre la literatura femenina y la masculina, y, de existir, dónde reside esa diferencia. Se da a la tarea primero de establecer que hay un momento en que las mujeres pueden acceder a la educación que les permite saber leer y escribir, y que hay un segundo momento en que se extiende un periodo de paz para la sociedad en que es posible que florezcan la cultura y las artes, y es entonces cuando escriben. Sefchovich busca entender cómo y de qué está compuesto el tejido de las escritoras y sus trabajos, observando el panorama a lo largo de la historia, de diferentes culturas y cómo ha ido cambiando con el tiempo, esperando encontrar un patrón o una tendencia que explique qué, cómo y por qué escriben las mujeres.
No se puede escribir sobre lo desconocido. Cuando las mujeres comenzaron a escribir, lo hicieron sobre lo que les rodeaba, y como para muchas de ellas el eje de sus vidas era su familia y el matrimonio, comenzaron por ahí. Eso les jugó en contra, claro, llegando a decirse que las mujeres sólo podían escribir novelas románticas. Tuvo que pasar el tiempo para que la escritura de las mujeres entrara en los terrenos del realismo, del naturalismo, del modernismo y en géneros como la poesía, el teatro y el ensayo. El estilo y el tema es individual de cada escritora y está determinado por su entorno, ideología, valores, circunstancias sociales y un sinfín de cosas que le dan un carácter único. Si bien esta regla aplica también para los hombres, sus condicionamientos sociales siguen siendo distintos porque la educación que se brinda a mujeres y hombres sigue siendo distinta.
Este título busca dar respuestas a las grandes preguntas y cuestionamientos que se han hecho en torno a la literatura escrita por mujeres, considerando el contexto, la historia y las circunstancias en que ha sido creada. Este ensayo es un parteaguas entre el pasado y el futuro, pues analiza los parámetros con los que se ha medido la literatura en general y marca las pautas con las que se puede comenzar a dilucidar cómo será leído y considerado el trabajo literario de las mujeres a futuro.
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